miércoles, 28 de octubre de 2015

POESÍA CUBANA (II PARTE)

 
Paisaje cubano. Oleo del pintor cubano Hanoi Martínez León.
 
 
 
EL CAMINO DE DAMASCO

Lejos brilla el Jordán de azules ondas
que esmalta el Sol de lentejuelas de oro,
atravesando las tupidas frondas,
pabellón verde del bronceado toro.

Del majestuoso Líbano en la cumbre
erige su ramaje el cedro altivo,
y del día estival bajo la lumbre
desmaya en los senderos el olivo.

Piafar se escuchan árabes caballos
que, a través de la cálida arboleda,
van levantando con su férreos callos,
en la ancha ruta, opaca polvareda.

Desde el confín de las lejanas costas,
sombreadas por los ásperos nopales,
enjambres purpurinos de langostas
vuelan a los ardientes arenales.

Ábrense en las llanuras las cavernas
pobladas de escorpiones encarnados,
y al borde de las límpidas cisternas
embalsaman el aire los granados.

En fogoso corcel de crines blancas,
lomo robusto, refulgente casco,
belfo espumante y sudorosas ancas,
marcha por el camino de Damasco.

Saulo, eleva su bruñida lanza
que, a los destellos de la luz febea,
mientras el bruto relinchando avanza,
entre nubes de polvo centellea.

Tras las hojas de oscuros olivares
mira de la ciudad los minaretes,
y encima de los negros almenares
ondear los azulados gallardetes.

Súbito, desde lóbrego celaje
que desgarró la luz de hórrido rayo,
oye la voz de célico mensaje,
cae transido de mortal desmayo,

bajo el corcel ensangrentado rueda,
su lanza estalla con vibrar sonoro
y, a los reflejos de la luz, remeda
sierpe de fuego con escamas de oro.
Manuel Navarro Luna
CANCIÓN CAMPESINA PARA CANTARLA EN LA CIUDAD (fragmento)

Las azadas muerden la carne de la tierra,
y, poco a poco,
la despedazan.
¡En todos los caminos,
en los caminos blancos y en los caminos grises
montones de carne se levantan!
El silencio contrae los músculos curtidos de su rostro;
pero no deja de clavar la azada.
¡Sin hambre,
sin fatiga,
sin cansancio,
el silencio trabaja.

¡Trae todas las palabras que encuentres perdidas;
todos los gritos que encuentres desamparados,
y échalos,
si quieres,
en las bocas hambrientas de los charcos!
¡Es una carne inútil
que se pudre en el campo!
¡Pero no traigas el silencio campesino
porque está trabajando!
 
Eugenio Florit
MARTIRIO DE SAN SEBASTIÁN  (fragmento)

Sí, venid a mis brazos, palomitas de hierro;
palomitas de hierro, a mi vientre desnudo.
Qué dolor de caricias agudas.
Sí, venid a morderme la sangre,
a este pecho, a estas piernas, a la ardiente mejilla.
Venid, que ya os recibe el alma entre los labios.
Sí, para que tengáis nido de carne
y semillas de hueso ateridos;
para que hundáis el pico rojo
en el haz de mis músculos.
Venid a mis ojos, que puedan ver la luz;
a mis manos, que toquen forma imperecedera;
a mis oídos, que se abran a las aéreas músicas;
a mi boca, que guste las mieles infinitas;
a mi nariz, para el perfume de las eternas rosas.
Venid, sí, duros ángeles de fuego,
pequeños querubines de alas tensas.
Sí, venid a soltarme las amarras
para lanzarme al viaje sin orillas.
[…]
Ya voy, Señor. ¡Ay! qué sueño de soles,
qué camino de estrellas en mi sueño.
Ya sé que llega mi última paloma…
¡Ay! Ya está bien, Señor, que te la llevo
hundida en un rincón de las entrañas.
 
 
Regino Pedroso
SALUTACIÓN FRATERNAL AL TALLER MECÁNICO (fragmento)

Tensión violenta del esfuerzo
muscular. Lenguas de acero, las mandarrias
ensayan en los yunques poemas estridentistas
de literatura de vanguardia.
    Metalurgia sinfónica
de instrumentales maquinarias;
ultraístas imágenes de transmisiones y poleas;
exaltación soviética de fraguas.
    ¡Oh, taller, férreo ovario de producción! Jadeas
como un gran tórax que se cansa.
Tema de moda del momento
para geométrico cubismo
e impresionismo de metáforas.
    Pero tienes un alma colectiva
hecha de luchas societarias;
de inquietudes, de hambre, de lasceria,
de pobres carnes destrozadas:
alma forjada al odio de injusticias sociales
y  anhelos sordos de venganza…
Te agitas, sufres,
Eres más que un motivo de palabras
Sé un dolor perenne,
sé tu ansiedad humana,
sé como largos siglos de ergástulas te han hecho
una conciencia acrática.
    Me hablas de Marx, del Kuo Ming Tang, de Lenin;
y en el deslumbramiento de Rusia libertada
vives un sueño ardiente de redención;
palpitas, anhelas, sueñas; lo puedes todo y sigues
tu oscura vida esclava.
[…]
¿Fundirán tus crisoles los nuevos postulados?
¿Eres sólo un vocablo de lo industrial: la  fábrica?
¿O también eres templo
de amor, de fe, de intensos anhelos ideológicos
y comunión de razas…?
    Yo dudo a veces, y otras,
palpito, y tiemblo, y vibro con tu inmensa esperanza;
y oigo en mi carne la honda VERDAD de tus apóstoles:
¡que eres la entraña cósmica que incubas el mañana!
 

Nicolás Guillén

CANTO NEGRO

¡Yambambó, yambambé!
Repica el congo solongo,
repica el negro bien negro;
congo solongo del Songo
baila yambó sobre un pie.
Mamatomba,
serembe cuserembá.
El negro canta y se ajuma
el negro se ajuma y canta,
el negro canta y se va.
Acuememe serembó.
                       aé;
                       yambó,
                       aé.
Tamba, tamba, tamba, tamba,
tamba del negro que tumba:
tumba del negro, caramba,
caramba, que el negro tumba:
¡yamba, yambó, yambambé!
 
Ramón Guirao
BAILADORA DE RUMBA

Bailadora de guaguancó,
piel negra,
tersura de bongó.
    Agita la maraca de su risa
con los dedos de leche
de sus dientes.
Pañuelo rojo
-seda-,
bata blanca
-almidón-,
recorren el trayecto
de una cuerda
en un ritmo afrocubano
de
    guitarra,
    clave
    y cajón.
    «¡Arriba, María Antonia,
alabao sea Dió!»
Las serpientes de sus brazos
van soltando las cuentas
de un collar de jabón.
 
Emilio Ballagas
ELEGIA TERCERA
 
A Manuel Navarro Luna
 
Me veo morir en muertes sucesivas,
en espiral de muerte inacabable
por espejos de muerte presidida.
 
De una muerte a otra muerte presurosa
teje una araña verdinegra y grave
hilos de muerte dulce y conmovida.
Llueve la muerte en diminutas muertes,
en ceniza dispersa y silenciosa.
Llueve la muerte en círculos de otoño,
llueve en maduras hojas desprendidas
Y llueve y llueve herida por el viento
en pequeñas agujas de amargura
y rotas amapolas sin destino.
 
A través de la niebla equivocada
adivino los labios que tenías,
el tacto musical que me acercabas,
los paisajes con humo de tu abrazo…
y en la fugaz herida del relámpago
se enciende para huir sin voz ni huellas
el armonioso nombre que esgrimías.
 
Lento deshielo y agua desolada
va río abajo, corazón adentro,
anhelosa de tumba la corriente
en que flotando como rama seca,
inútil tu memoria de luceros
busca en mi mar suicidio, pide olvido.
 
Agustín Acosta
DÉCIMA
 
¡Gigantesco acorazado
que va extendiendo su imperio
y edifica un cementerio
con las ruinas del pasado…!
Lazo extranjero apretado
con lucro alevoso y cierto;
lazo del verdugo experto
en torno al cuello nativo…
¡Mano que tumba el olivo
y se apodera del huerto…!
 
 
 
José Z. Tallet
PARA DORMIR A UN NEGRITO

Dórmiti mi nengre,
dórmiti ningrito.
Caimito y merengue,
merengue y caimito.
    Dórmiti mi nengre,
mi nengre bonito.
¡Diente de merengue,
bemba de caimito!
    Cuando tú sia glandi
vá a sé bosiador…
Nengre de mi vida,
nengre de mi amor…
    (Mi chiviricoquí,
chiviricocó…
¡Yo gualda pa ti
tajá de melón!)
    Si no calla bemba
y no limpia moco,
le va’ abrí la puetta
a Visente e’ loco.
    Si no calle bemba,
te va’ da e’ sutto.
Te va’ llevá e´ loco
dentre su macuto.
    Ne la mata e’ güira
te ñama sijú.
Confío en la puetta
ttá e’ tatajú…
    Dórmiti mi nengre,
cara ‘e bosiador,
nengre de mi vida,
nengre de mi amor.
    Mi chiviricoco,
chiviricoquito.
Caimito y merengue,
merengue y caimito.
    A’ora yo te acuesta
‘la ‘maca ‘e papito
y te mese suave…
du’ce… depasito…
y mata la pugga
y epanta moquito
pa que droma bien
mi nengre bonito…
 
 
 

sábado, 24 de octubre de 2015

POESÍA CUBANA (I PARTE)

 
El final del siglo XX completa dos centurias de una tradición nacional dentro de la poesía de lengua española: la de la lírica cubana. La poesía no tiene otra nacionalidad que la del mundo, la humana creatividad en él. Pero los poetas han nacido en alguna región o país, lo que suele ser más limitado que el ámbito de un idioma tan extendido como el de Cervantes. La poesía de los poetas de Cuba tiene sus marcas nacionales propias, ya sean temáticas o incluso de preferencias formales, de lenguaje y hasta de actitud vital ante la aprehensión poética del mundo. La tradición en literatura no se explica por lo tradicional en su sentido conservador o repetitivo, sino por alcanzarse una línea de intensidad que permita sostener un patronímico, por ejemplo el de cubano, como identidad de tipo cultural que diferencia sus multiplicidades expresivas de cualquier otredad o alteridad con la que pueda ser comparada. La mismidad literaria cubana se manifiesta con mucha precisión desde que existe una poesía escrita consecutivamente por varios autores desde el final del siglo XVIII y que ha continuado escribiéndose sin interrupción hasta nuestros días.

De la poesía prehispánica, nada sabemos, habiendo sido ella oral. Cuando Cristóbal Colón llegó a las costas cubanas, sintió el deseo de reflejar en su diario la bella naturaleza que se le ofrecía a la vista; fueron las suyas las primeras frases descriptivas que se escribieron en lengua europea sobre el Nuevo Mundo, y le toca a Cuba ser entonces "la tierra más hermosa que ojos humanos vieran". A ello lo ha llamado Max Henríquez Ureña en su Panorama histórico de la literatura cubana "...el inicio de la creación literaria relacionada con la Isla...". En 1605, el canario Silvestre de Balboa compuso un poema épico referido a un episodio en el oriente insular, que ha sido considerado el antecedente más pleno de la literatura cubana y, naturalmente, de su poesía. Se trata de Espejo de paciencia, compuesto en octavas reales, cuyo final reúne un grupo de octosílabos al modo del siglo XVI español: el "motete", que algunos críticos han querido relacionar con la décima, estrofa luego extremadamente popular. La obra de Balboa puede ser asimismo antecedente de la literatura canaria y aunque su tema y territorio descrito es "cubano", en verdad es obra propia de la literatura española, aunque en Cuba su referencia parece obligada, debido a las razones de antecedentes expuestas.

Quizás el inicio pueda ser mejor referido a la poesía oral, como estaba aconteciendo en México y en Santo Domingo, donde quedaron testimonios recogidos por diversas causas, que denotan la existencia de un flujo versal octosilábico considerable. La oralidad en Cuba debió ser extensa e intensa, sobre todo en el empleo de la décima, puesto que cuando aparecen por fin en el cuarto final del siglo XVIII las primeras composiciones de lo que llamamos la tradición lírica continuada, se descubren en ellas vínculos evidentes con el substrato oral; es curioso que los primeros poetas que pueden considerarse como antecedentes inmediatos de la tradición lírica cubana, se expresan preferentemente en décimas o en otras formas del octosílabo. Fuera de tal primacía, el endecasílabo toma su mejor camino a través del soneto. Alrededor de los años que preceden y suceden a la toma de La Habana por los ingleses (1762), un grupo nutrido de versificadores se distinguía como el antecedente inmediato de la tradición pronta a formarse.

Cronológicamente entendidos dentro de la naciente tradición, los primeros poetas sobresalientes fueron Manuel de Zequeira y Arango y su amigo Manuel Justo de Rubalcava, ya no sólo por las calidades que alcanzaron en sus respectivas obras, sino por su propio carácter de tipicidad insular, de conciencia diferenciadora con lo español. Si el canto a la naturaleza cubana iba siendo el tono, tema y problema inaugural de la poesía de Cuba, los poemas que lo inauguraron con más cualidades son la oda "A la piña", de Zequeira, y la "Silva cubana", de Rubalcava.

Entre 1790 y 1820, como fechas aproximadas, se extiende el lapso del neoclasicismo, caracterizado por formas clásicas semejantes a las que se emplean de preferencia en la Metrópoli, con evocaciones de dioses grecolatinos y un singular canto a la naturaleza con clara voluntad de mostrar sus diferencias en relación con Europa. Un poeta encabalgado entre lo "popular" y lo "culto", Francisco Pobeda y Armenteros, logró a su vez ser de los iniciadores del proceso de "cubanización" de la lírica, de la que él mismo, con no pocas razones, se autotituló iniciador, poco antes y también coetáneamente de que Domingo del Monte intentara lo mismo, proponiendo la "cubanización" del romance.

El Romanticismo madurará en Cuba gracias a una figura de rango continental, cuya obra poética rompió con lo establecido dentro de todas las áreas de la lengua española, incluso de la propia metrópoli, dominada por un neoclasicismo de diversas gradaciones. Ese poeta fue José María Heredia, magnífico lírico de variados registros. Con él, el proceso de expresión de lo identitario en la poesía, adquirió un carácter nacional, aun sin que se pueda demostrar la existencia absoluta de una nacionalidad ya definida, sino en ciernes; ello se observa en la prédica sobre la libertad, el surgimiento en su obra de signos patrios y a cierta inspiración bolivariana más apreciable en su prosa; Heredia tiene que fijar residencia en México, en un exilio también primado en Cuba. Con él se identifica el surgimiento de la primera generación romántica. La tradición es tal, que ya se puede hablar de generaciones.

El abuso de las peculiaridades y del no negable facilismo versal de las dos corrientes, trajo un grupo de epígonos a los que se les llamó de "mal gusto", para contraponerlos a la corriente denominada "reacción del buen gusto", que adviene con la segunda generación romántica. Sin embargo, visto desde el proceso identitario cubano manifestado en la poesía, el mal gusto consiste en catalogar así a poetas y obras que en verdad están en la base de la formación de la nacionalidad y que, por otra parte, cumplen una etapa "externizadora" muy importante por razones obvias en el desarrollo de la poesía cubana. De la obra de dos poetas excelentes: Juan Clemente Zenea y Luisa Pérez de Zambrana, lo esencial no consiste en subrayar en ellos un "buen gusto", que es otra manera de expresar la cubanía, esta vez mediante una poesía que alcanza mejores calidades literarias. A mi juicio esa esencialidad debería de identificarse con el carácter elegíaco de la mejor parte de sus respectivas obras líricas.

Cuando adviene la llamada generación del Modernismo, ya existe una tradición poética cubana incluso con hitos en su desarrollo. A las puertas de su centenario, más bien faltaba el grado de universalidad que se alcanzó brillantemente, con José Martí. En la poesía martiana no desaparece el canto a la naturaleza insular, si bien sus mejores páginas al respecto están en el Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos. Pero en Martí esta como otras líneas temáticas ya tradicionales, trascienden por el grado artístico, la elevada intensidad poética y el sentido universalista que poseen. Las influencias foráneas, sobre todo francesas, vinieron a reunirse en otro poeta esencial: Julián del Casal. Una de las ganancias más notables que la poesía cubana obtiene con su obra, consiste en la elaboración intelectiva, artística, de la palabra como arte, no exenta de emociones, de tragicidad, de visión de la muerte.

Es natural que las muertes de Martí y de Casal ensombrecieran a la poesía de Cuba; pero no hubo un estancamiento sino un lapso transicional, si bien tampoco ella alcanzaba por entonces a las cumbres de la lírica española e hispanoamericana. Pero es demostrable que hubo desarrollo. El momento de Regino E. Boti, de Agustín Acosta y de José Manuel Poveda, tampoco fue de ellos solos, aunque en el primero y el último se concentró la más fuerte reacción llamada "postmodernista", con término discutible. Valga repetir que una tradición no se forja sólo de cimas. El fuerte impulso que alcanzó la poesía tras la eclosión de las vanguardias artísticas y literarias europeas, también influyó en Cuba, donde apareció el llamado "vanguardismo" cubano en la segunda mitad de los años veinte, desigual en su proyección a los ismos, pero impulsor de una renovación más radical que las antes acaecidas. En verdad se estaban manifestando corrientes diversas, que se resumen en tres direcciones centrales: la poesía negra, la social y la pura. Ya se sabe que el "negrismo" llegó a ser una "moda" europea y que alcanzó a expresar asuntos esenciales de la conformación cultural caribeña; la corriente de la poesía negra, mulata o afrocubana, tuvo notable auge en la década de 1930, tras los aportes básicos de Nicolás Guillén, Emilio Ballagas, Ramón Guirao y otros muchos poetas. Una de sus características decisivas en la evolución de la poesía cubana, fue darle voz (desde su identidad) al negro y al mulato, importante sector poblacional. Nicolás Guillén descubrió la poesía del son; su grandeza como poeta, entre otros elementos, consistió en develar la poesía de lo que hasta entonces se tenía como intranscendente, superficial o apoético.

La llamada poesía social es un complejo expresivo que, por supuesto, no nace en la década de 1920, si se tiene en cuenta que en la finisecularidad del siglo anterior puede identificarse en Luaces, los poetas de la guerra, el propio Martí y luego en Byrne y otros. El auge de las izquierdas, en especial comunistas, también se había de reflejar en la lírica, con una inclinación a la expresión identitaria de diversas clases sociales, como el campesinado en Manuel Navarro Luna (aunque esta clase ya había adoptado por sí misma el cultivo de la décima para todo su despliegue cultural), el proletariado en Regino Pedroso, la pequeña burguesía en José Z. Tallet, en tanto algunas esferas nacionalistas de las clases dominantes se sienten expresadas en la poesía de Agustín Acosta, quien en 1926 había ofrecido el hito de su libro La zafra. Eugenio Florit se distingue más por ser un representante de la corriente de "poesía pura", que tiene en Mariano Brull y en una parte de la obra de Ballagas a sus cultores más significativos. Habría que aclarar que este "purismo" se acerca al francés, o al europeo en sentido general, por la trayectoria de Brull, puesto que en Florit debe advertirse más intensamente el influjo de la poética de Juan Ramón Jiménez. La "poesía pura" parece incorporada, desde la introspección o el perfil esteticista, a la poesía intimista, que alcanza a poseer otras vertientes de desarrollo, como la intimidad transida de soledad y espíritu cristiano en los hermanos Loynaz (Dulce María, Enrique, Carlos Manuel y Flor). Entre las manifestaciones intimistas, quizás la de mayor aceptación popular fue el neorromanticismo, creciente en dos líneas, la más esteticista o intelectiva, próxima a Luis Cernuda, advertible en una zona de la poesía de Ballagas (sobre todo en Sabor eterno, de 1937), y la que gradualmente adquiere tonos populistas, muy sensorial, representada por José Ángel Buesa, heredero de los modos neorrománticos de Guillermo de Montagú, Hilarión Cabrisas, Gustavo Sánchez Galarraga, poetas de obras no muy estimables desde el punto de vista de la calidad literaria, pero que fueron en la década de 1910 verdaderos iniciadores del neorromanticismo, que se consumó en la obra de José Angel Buesa.

 Otra de las corrientes epocales importantes, es la llamada "ironía sentimental", que en verdad consiste en la presencia del tono conversacional sumado a algún grado de prosaísmo frente al demasiado refinamiento modernista o al derrotero de los neorrománticos más dados a la emociones elementales; sus representantes, José Z. Tallet, María Villar Buceta, Rubén Martínez Villena escriben una poesía a veces próxima o asimilable a la tendencia social, otras a cierto esteticismo no exactamente "purista.

Como se advertirá, la eclosión llamada del "vanguardismo" fue en realidad un complejo de estilos, corrientes, líneas expresivas y temáticas, que pluralizaron como nunca antes el espectro creativo cubano.

En torno a José Lezama Lima y a la revista Orígenes, se reunió un grupo de poetas (el llamado Grupo de Orígenes), cuyas firmas más sobresalientes eran el propio Lezama y en seguida Gastón Baquero, Eliseo Diego, Virgilio Piñera, Cintio Vitier, Fina García Marruz... Con tal membresía, no podía dejar de ser una de las agrupaciones poéticas más importantes que haya dado Cuba. No alejado de sus postulados poéticos, Samuel Feijóo desarrolló una poética en toda su extensa obra en versos y prosa, que es la consumación del canto a la naturaleza cubana, convertido en teoría lírica del ser ante el paisaje. Fue la hora de la universalidad, puesto que Lezama y Guillén se situaron en la cúspide de la tradición poética nacional siendo, posteriormente, reconocidos como maestros de la poesía hispanoamericana.

El ámbito de la poesía popular, basado en esencia en el decimismo espineliano, aún bajo influjos de El Cucalambé a lo que se le sumaban elementos efectistas neorrománticos, desarrolló entonces un fuerte movimiento de renovación, que tuvo entre sus inspiradores al neopopularismo español de la Generación del '27, a los Versos sencillos, de José Martí y a algunos elementos de las vanguardias en el flujo tropológico; la figura central de esa evolución de calidad fue Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí, luego elevado de la efímera (pero hermosa) improvisación cantada a la poesía escrita, quizás mal llamada "culta", para diferenciarla del movimiento popular de la oralidad.

La poesía se desarrolló de manera plurilineal, multiforme, complejísima en sus diversas maneras de entender el hecho poético. Entre esas dos décadas (1940-1950) se alcanzó una creación a la altura de lo mejor que se escribía en lengua española. También irrumpió con fuerza el tono conversacional en poetas hasta entonces alejados de él, como es el caso de Eugenio Florit. La llamada Generación del Cincuenta (autores nacidos entre 1925 y 1945), tuvieron como maestros a poetas "del patio", como Lezama Lima y Florit, en tanto partieron de variadas corrientes, incluso la neorromántica, para ir acrecentando lo que en la década de 1960 será la última corriente del siglo XX, ampliamente aceptada por numerosos poetas: el coloquialismo. Antes, es preciso observar el creciente "coloquio" de la poesía cubana en la llegada al absurdo y el tono existencial de Virgilio Piñera; en el sentido de lo criollo en Diego y García Marruz; en la tardía, pero efectiva salida del libro de Tallet La semilla estéril (1951); en el diálogo con el hombre del pueblo de la segunda parte de "Faz", de Feijóo; en la evidente intertextualidad de Guillén, alcanzada con un poema ante el asesinato de Menéndez; en el ya comentado énfasis conversacional del Florit de "Asonante final" y otros poemas (1955), e incluso en el hasta entonces cerrado intimismo de Dulce María Loynaz, con su peculiar "Últimos días de una casa" (1958). Se diría que la poesía se "democratiza" buscando el "diálogo común" o trata de hallar referentes líricos en los que una nota de epicidad no enturbie al lirismo básico.




 

 
Manuel de Zequeira
ODA A LA PIÑA
 
Del seno fértil de la madre Vesta,
En actitud erguida se levanta
La airosa piña de esplendor vestida,
Llena de ricas galas.
 
Desde que nace, liberal Pomona
Con la muy verde túnica la ampara,
Hasta que Ceres borda su vestido
Con estrellas doradas.
 
Aun antes de existir, su augusta madre
El vegetal imperio la prepara,
Y por regio blasón la gran diadema
La ciñe de esmeraldas.
 
Como suele gentil alguna ninfa,
Que allá entre sus domésticas resalta;
El pomposo penacho que la cubre
Brilla entre frutas varias.
 
Es su presencia honor de los jardines,
Y obelisco rural que se levanta
En el florido templo de Amaltea,
Para ilustrar sus aras.
 
Los olorosos jugos de las flores,
Las esencias, los bálsamos de Arabia,
Y todos los aromas, la Natura
Congela en sus entrañas.
 
A nuestros campos desde el sacro Olimpo,
El copero de Júpiter se lanza;
Y con la fruta vuelve que los dioses
Para el festín aguardan.
 
En la empírea mansión fue recibida
Con júbilo común, y al despojarla
De su real vestidura, el firmamento
Perfumó con el ámbar.
 
En la sagrada copa la ambrosía
Su mérito perdió, y con la fragancia
Del dulce zumo del sorbete indiano
Los númenes se inflaman.
 
Después que lo libó el divino Orfeo,
Al compás de la lira bien templada,
Hinchendo con su música el empíreo,
Cantó sus alabanzas.
 
La madre Venus cuando al labio rojo
Su néctar aplicó, quedó embriagada
De lúbrico placer, y en voz festiva
A Ganimedes llama.
 
"La piña, dijo, la fragante piña,
"En mis pensiles sea cultivada
"Por mano de mis ninfas; sí, que corra
"Su bálsamo en Idalia."
 
¡Salve, suelo feliz, donde prodiga
Madre naturaleza en abundancia
La odorífera planta fumigable!
¡Salve feliz Habana!
 
La bella flor en tu región ardiente
Recogiendo odoríferas sustancias,
Templa de Cáncer la calor estiva
Con las frescas Ananas.
 
Coronada de flor la primavera,
El rico otoño, y las benignas auras
En mil trinados y festivos coros
Su mérito proclaman.
 
Todos los dones, las delicias todas
Que la natura en sus talleres labra,
En el meloso néctar de la piña
Se ven recopiladas.
 
¡Salve divino fruto! y con el óleo
De tu esencia mis labios embalsama:
Haz que mi musa de tu elogio digna
Publique tu fragancia.
 
Así el clemente, el poderoso Jove,
Jamás permita que de nube parda
Veloz centella que tronando vibra,
Sobre tu copa caiga;
 
Así el céfiro blando en tu contorno
Jamás se canse de batir sus alas,
De tí apartando el corruptor insecto
Y el aquilón que brama;
 
Y así la aurora con divino aliento
Brotando perlas que en su seno cuaja,
Conserve tu esplendor, para que seas
La pompa de mi patria.
 
 
 
Juan Clemente Cenea
EN DÍAS DE ESCLAVITUD
 
My native land, good night!
                                 BYRON
 
¡Señor, Señor, el pájaro perdido
Puede hallar en los bosques el sustento,
En cualquier árbol fabricar su nido,
Y a cualquier hora atravesar el viento!
 
¡Y el hombre, el dueño que a la tierra envías
Armado para entrar en la contienda,
No sabe al despertar todos los días
En qué desierto plantará su tienda!
 
Dejas que el blanco cisne en la laguna
Los dulces besos del terral aguarde,
Jugando con el brillo de la luna,
Nadando entre el reflejo de la tarde.
 
¡Y a mí, Señor, a mí no se me alcanza,
En medio de la mar embravecida,
Jugar con la ilusión y la esperanza
En esta triste noche de la vida!
 
Esparce su perfume la azucena
Sin lastimar su cáliz delicado,
Y si yo llego a descubrir mi pena,
Me queda el corazón despedazado.
 
¿Y quién soy yo? ¡Poeta vagabundo,
Que vengo, como réprobo maldito,
A contar una hora en este mundo
En presencia de Dios y lo infinito!
 
Vengo a pulsar el arpa un breve instante,
Y en mi suerte más bella sólo espero,
Encontrar mi sepulcro como el Dante
Por las sendas tal vez del extranjero.
 
La estrella de mi siglo se ha eclipsado,
Y en medio del dolor y el desconsuelo,
El lirio de la fe se ha marchitado,
Y no hay escala que conduzca al cielo.
 
Van los pueblos a orar al templo santo,
Y llevan una lámpara mezquina,
Y el Cristo allí, sobre la Cruz, en tanto,
Abre los brazos y la frente inclina.
 
Voluptuoso el amor en sus placeres,
No busca mirtos ni laurel aguarda,
Y cubren con un velo las mujeres
El ángel adormido de su guarda.
 
Tengo el alma, ¡Señor!, adolorida
Por unas penas que no tienen nombres,
Y no me culpes, no, porque te pida
Otra patria, otro siglo y otros hombres;
 
Que aquella edad con que soñé no asoma;
Con mi país de promisión no acierto;
¡Mis tiempos son los de la antigua Roma,
Y mis hermanos con la Grecia han muerto!
 
 
 
Manuel Justo de Rubalcaba
SILVA CUBANA
 
Más suave que la pera
En Cuba es la gratísima Guayaba
Al gusto lisonjera,
Y la que en dulce todo el mundo alaba
Cuya planta exquisita
Divierte el hambre y aún la sed limita.
 
El Marañón fragante
Más grato que la guinda si madura,
El color rozagante
Oh Adonis en lo pálido figura;
Árbol ¡oh maravilla!
Que echa el fruto después de la semilla.
 
La Guanábana enorme
Que agobia el tronco con el dulce peso,
Cuya fruta disforme
A los rústicos sirve de embeleso,
Un corazón figura
Y al hombre da vigor con su frescura.
 
Misterioso el Caimito,
Con los rayos de Cyntio reluciente,
En todo su circuito
Morado y verde, el fruto hace patente,
Cuyo tronco lozano
Ofrece en cada hoja un busto a Jano.
 
La Papaya sabrosa
Al melón en su forma parecida,
Pero más generosa
Para volver la vacilante vida
Al ético achacoso,
Árbol al apetito provechoso.
 
El célebre Aguacate
Que aborrece al principio el europeo,
Y aunque jamás lo cate
Con el verdor seduce su deseo,
Y halla un fruto exquisito
Si lo mezcla con sal el apetito.
 
La Jagua sustanciosa
Con el queso cuajado de la leche
Es aún más deliciosa
Que la amarga aceituna en escabeche:
No se prefiere el óleo que difunde
Porque acá la manteca lo confunde.
 
El Mamey celebrado
Por ser ambos en la especie, uno amarillo,
Y el otro colorado.
En el sabor mejor es que el membrillo,
Y en los rigores de la estiva seca
La blanda fruta del Mamón manteca.
 
El Mamoncillo tierno
A las mujeres y a los niños grato:
Y pasado el invierno.
Topo de los frutales el Boniato,
Y el sabroso ciruelo que sin hoja
Amarillo o morado el feto arroja.
 
Amable más que el guindo
Y que el árbol precioso de la uva
Es acá el Tamarindo:
Licores admirables saca Cuba
De su fruto precioso, que fermenta,
Al másico mejor que Horacio mienta.
 
El Argos de las frutas
Es el Anón, que a Juno he consagrado,
Fruto tan delicado
Que reina en todas las especies brutas,
De ojos llena su cuerpo granujoso,
Al néctar comparable en lo sabroso.
 
La Piña, que produce
No Atis en fruta que prodiga el pino,
Que la apetencia induce,
Sino la Piña con sabor divino,
Planta que con dulcísimo decoro
Aforra el gusto con escamas de oro.
 
El Níspero apiñado
Por la copia del fruto y de la hoja,
En más supremo grado
Que las que el marzo con crueldad despoja,
Árbol que, madurando, pende y cría
Dulcísimos racimos de ambrosía.
 
El Coco cuyo tronco
Ruidoso con su verde cabellera,
Aunque encorvado y bronco,
Hace al hombre la vida placentera
Y es su fruto exquisito
Mejor plato a la sed y al apetito.
 
El Plátano frondoso...
Pero ¡oh Musa! qué fruto ha dado el orbe
Como aquel prodigioso
Que todo el gremio vegetal absorbe!
Al maná milagroso parecido,
Verde o seco del hombre apetecido.
 
No te canses ¡oh Numen!
En alumbrar especies pomonanas,
Pues no tienen resumen
Las del cuerno floral de las Indianas,
Pues a favor producen de Cibeles
Pan las raíces y las cañas mieles.
 
 
 
 
 
José María Heredia
NIÁGARA
 
Templad mi lira, dádmela, que siento
En mi alma estremecida, y agitada
Arder la inspiración. ¡Oh! ¡cuánto tiempo
En tinieblas pasó, sin que mi frente
Brillase con su luz...! Niágara undoso,
Tu sublime terror solo podría
Tornarme el don divino, que ensañada
Me robó del dolor la mano impía.
Torrente prodigioso, calma, calla
Tu trueno aterrador: disipa un tanto
Las tinieblas que en torno te circundan;
Déjame contemplar tu faz serena,
Y de entusiasmo ardiente mi alma llena.
Yo digno soy de contemplarte: siempre
Lo común y mezquino desdeñando,
Ansié por lo terrífico y sublime.
Al despeñarse el huracán furioso,
Al retumbar sobre mi frente el rayo,
Palpitando gocé; vi al Océano,
Azotado por austro proceloso,
Combatir mi bajel, y ante mis plantas
Vórtice hirviente abrir, y amé el peligro.
Mas del mar la fiereza
En mi alma no produjo
La profunda impresión que tu grandeza.

Sereno corres, majestuoso; y luego
En ásperos peñascos quebrantado,
Te abalanzas violento, arrebatado,
Como el destino irresistible y ciego.
¿Que voz humana describir podría
De la sirte rugiente
La aterradora faz? El alma mía
En vago pensamiento se confunde
Al mirar esa férvida corriente,
Que en vano quiere la turbada vista
En su vuelo seguir al borde oscuro
Del precipicio altísimo: mil olas,
Cual pensamiento rápidas pasando,
Chocan, y se enfurecen,
Y otras mil y otras mil ya las alcanzan,
Y entre espuma y fragor desaparecen.
 
¡Ved! ¡ llegan, saltan! El abismo horrendo
Devora los torrentes despeñados:
Crúzanse en él mil iris, y asordados
Vuelven los bosques el fragor tremendo.
En las rígidas peñas
Rómpese el agua: vaporosa nube
Con elástica fuerza
Llena el abismo en torbellino, sube,
Gira en torno, y al éter
Luminosa pirámide levanta,
Y por sobre los montes que le cercan
Al solitario cazador espanta.
 
Mas ¿qué en ti busca mi anhelante vista
Con inútil afán? ¿Por qué no miro
Alrededor de tu caverna inmensa
Las palmas ¡ay! las palmas deliciosas,
Que en las llanuras de mi ardiente patria
Nacen del sol a la sonrisa, y crecen,
Y al soplo de las brisas del Océano,
Bajo un cielo purísimo se mecen?
 
Este recuerdo a mi pesar me viene ...
Nada ¡oh, Niágara! falta a tu destino,
Ni otra corona que el agreste pino
A tu terrible majestad conviene.
La palma, y mirto, y delicada rosa,
Muelle placer inspiren y ocio blando
En frívolo jardín: a ti la suerte
Guardó más digno objeto, más sublime.
El alma libre, generosa, fuerte,
Viene, te ve, se asombra,
El mezquino deleite menosprecia,
Y aun se siente elevar cuando te nombra.
 
¡Omnipotente Dios! En otros climas
Vi monstruos execrables,
Blasfemando tu nombre sacrosanto,
Sembrar error y fanatismo impío,
Los campos inundar en sangre y llanto,
De hermanos atizar la infanda guerra,
Y desolar frenéticos la tierra.
Vilos, y el pecho se inflamó a su vista
En grave indignación. Por otra parte
Vi mentidos filósofos, que osaban
Escrutar tus misterios, ultrajarte,
Y de impiedad al lamentable abismo
A los míseros hombres arrastraban.
 
Por eso te buscó mi débil mente
En la sublime soledad: ahora
Entera se abre a ti; tu mano siente
En esta inmensidad que me circunda,
Y tu profunda voz hiere mi seno
De este raudal en el eterno trueno.
¡Asombroso torrente!
¡Cómo tu vista el ánimo enajena,
Y de terror y admiración me llena!
¿Dó tu origen está? ¿Quién fertiliza
Por tantos siglos tu inexhausta fuente?
¿Qué poderosa mano
Hace que al recibirte
No rebose en la tierra el Océano?
Abrió el señor su mano omnipotente;
Cubrió tu faz de nubes agitadas,
Dio su voz a tus aguas despeñadas,
Y ornó con su arco tu terrible frente.
¡Ciego, profundo, infatigable corres,
Como el torrente oscuro de los siglos
En insondable eternidad...! ¡Al hombre
Huyen así las ilusiones gratas,
Los florecientes días,
Y despierta al dolor...! ¡Ay! agostada
Yace mi juventud; mi faz, marchita;
Y la profunda pena que me agita
Ruga mi frente, de dolor nublada.
Nunca tanto sentí como este día
Mi soledad y mísero abandono
Y lamentable desamor... ¿Podría
En edad borrascosa
Sin amor ser feliz? ¡Oh! ¡si una hermosa
Mi cariño fijase,
Y de este abismo al borde turbulento
Mi vago pensamiento
Y ardiente admiración acompañase!
¡Cómo gozara, viéndola cubrirse
De leve palidez, y ser más bella
En su dulce terror, y sonreírse
Al sostenerla mis amantes brazos...!
¡Delirios de virtud...! ¡Ay! ¡Desterrado,
Sin patria, sin amores,
Sólo miro ante mí llanto y dolores!
¡Niágara poderoso!
¡Adiós! ¡adiós! Dentro de pocos años
Ya devorado habrá la tumba fría
A tu débil cantor. ¡Duren mis versos
Cual tu gloria inmortal! ¡Pueda piadoso
Viéndote algún viajero,
Dar un suspiro a la memoria mía!
Y al abismarse Febo en Occidente,
Feliz yo vuele do el Señor me llama,
Y al escuchar los ecos de mi fama,
Alce en las nubes la radiosa frente.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

martes, 6 de octubre de 2015

JOSÉ MARTÍ (II PARTE)


 
José Martí, su esposa, la camgüeyana Carmen Zayas-Bazán y el hijo de ambos.


(José Julián Martí Pérez; La Habana, 1853 - Dos Ríos, Cuba, 1895) Político y escritor cubano, destacado precursor del Modernismo literario hispanoamericano y uno de los principales líderes de la independencia de su país. Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos económicos, a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el colegio municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive, quien se fijó en las cualidades intelectuales del muchacho y decidió dedicarse personalmente a su educación. 

El joven Martí pronto se sintió atraído por las ideas revolucionarias de muchos cubanos, y tras el inicio de la Guerra de los Diez Años y el encarcelamiento de su mentor, inició su actividad revolucionaria: publicó la gacetilla El Diablo Cojuelo, y poco después una revista, La Patria Libre, que contenía su poema dramático Abdala 

A los diecisiete años José Martí fue condenado a seis años de cárcel por su pertenencia a grupos independentistas; realizó trabajos forzados en el penal hasta que su mal estado de salud le valió el indulto. Deportado a España, en este país publicó su primera obra de importancia, el drama La adúltera. Inició en Madrid estudios de derecho y se licenció en derecho y filosofía y letras por la Universidad de Zaragoza.  

Durante sus años en España surgió en él un profundo afecto por el país, aunque nunca perdonó su política colonial. En su obra La República Española ante la Revolución Cubana reclamaba a la metrópoli que hiciera un acto de contrición y reconociese los errores cometidos en Cuba. Tras viajar durante tres años por Europa y América, José Martí acabó por instalarse en México.  

Allí se casó con la cubana Carmen Sayes Bazán y, poco después, gracias a la paz de Zanjón, que daba por concluida la Guerra de los Diez Años (1868-1878), se trasladó a Cuba. Deportado de nuevo por las autoridades cubanas, temerosas ante su pasado revolucionario, se afincó en Nueva York y se dedicó por completo a la actividad política y literaria.  

Desde su residencia en el exilio, José Martí se afanó en la organización de un nuevo proceso revolucionario en Cuba, y en 1892 fundó el Partido Revolucionario Cubano y la revista Patria. Se convirtió entonces en el máximo adalid de la lucha por la independencia de su país.  

Dos años más tarde, tras entrevistarse con el generalísimo Máximo Gómez, logró poner en marcha un proceso de independencia. Pese al embargo de sus barcos por parte de las autoridades estadounidenses, pudo partir al frente de un pequeño contingente hacia Cuba. Fue abatido por las tropas realistas cuando contaba cuarenta y dos años. Martí es, junto a Simón Bolívar y José de San Martín, uno de los principales protagonistas del proceso de emancipación de Hispanoamérica. 

La poesía de José Martí

Además de destacado ideólogo y político, José Martí fue uno de los más grandes poetas hispanoamericanos y la figura más destacada de la etapa de transición al Modernismo, que en América supuso la llegada de nuevos ideales artísticos. Como poeta se le conoce por Versos libres (1878-1882, publicados póstumamente); Ismaelillo (1882), obra que puede considerarse un adelanto de los presupuestos modernistas por el dominio de la forma sobre el contenido; y Versos sencillos (1891), un poemario decididamente modernista en el que predominan los apuntes autobiográficos y el carácter popular.  

Escritos en su mayor parte en 1882, los poemas de Versos libres no vieron la luz hasta su publicación póstuma en 1913, muchos años después de su muerte. El propio Martí calificó esos versos de "endecasílabos hirsutos, nacidos de grandes miedos, o de grandes esperanzas, o de indómito amor de libertad, o de amor doloroso a la hermosura". 

El tono fuerte y áspero de este volumen, por el que Martí proclamaba su propia preferencia, impresionó vivamente a Miguel de Unamuno, cuyos juicios serían el punto de partida de la valoración de la obra. Su fuerza vibratoria, tanto formal como en los contenidos, se hace evidente en composiciones como "Poética", "Mi poesía" o Cuentan que antaño", en las que se sirvió de un lenguaje vigoroso y oscuro, por momentos incluso pasional. 

La poesía de José Martí se funda en una visión dualista de la humanidad: realidad e idealismo, espíritu y materia, verdad y falsedad, conciencia e inconsciencia, luz y oscuridad. Los poemas de Ismaelillo (1882), libro dedicado a su hijo, son un ejemplo de ello: la debilidad y la inocencia del niño son su fuerza.  

En Versos sencillos (1891), José Martí expresa el sentimiento que le despierta la alegría de la naturaleza y el mal de la civilización. El sufrimiento y el temor al paso del tiempo también fueron elementos frecuentes en su lírica, donde se advierte un acercamiento al romanticismo que muchos críticos han considerado superior al de otros de sus contemporáneos. En A mis hermanos muertos el 27 de noviembre (1872), publicado durante su destierro en España, Martí dedica sus versos a los estudiantes muertos en una masacre acaecida en aquella fecha.  

Obra en prosa

Su única novela, Amistad funesta, también llamada Lucía Jérez y firmada con el pseudónimo de Adelaida Ral, fue publicada por entregas en el diario El Latino-Americano entre mayo y septiembre de 1885; aunque en su argumento predomina el tema amoroso, en esta obra de final trágico también aparecen elementos sociales. Entre sus obras dramáticas destacan Abdala (1869), drama simbólico en un acto y en octosílabos, La Adúltera (1873) y Amor con amor se paga (1875), también en verso y estrenado en México. 

La prosa de Martí se vio influida por la obra del norteamericano Ralph Waldo Emerson, para quien la palabra debía ser tan elocuente como poética e intensa dentro de un discurso sencillo y conciso. Era consciente, como acaso sólo lo fueron los modernistas inmediatamente posteriores a él, de todas las posibilidades del lenguaje, y consideraba que sus recursos estaban íntimamente ligados a las cualidades humanas del pueblo, que en última instancia era quien los inventaba.  

Tanto la prosa como la poesía de Martí resultan inseparables de su biografía; él mismo declaró que eran parte indiscutible de su máxima preocupación, que no era otra que la política. Personalidad optimista, sus opiniones sobre el hombre, la poesía o la sociedad son aspectos que aparecen en sus obras al servicio de unas concepciones que tenían siempre al ser humano como centro. A largo plazo su objetivo era la mejora de la humanidad, pero a corto plazo lo era la liberación de Cuba, a la que dedicó todos sus esfuerzos.  

Por ello, su producción en prosa fue en su mayor parte funcional, como sus ensayos sobre Bolívar, San Martín o el general Páez, en relación a los héroes del pasado, y sobre el general Gómez, Walt Whitman o Emerson entre los contemporáneos; en tales textos, que constituyeron lo mejor de su prosa, exaltó las cualidades de personajes que admiraba. Dentro de la primera edición de sus obras completas, el volumen titulado Norteamericanos reunió póstumamente sus estudios sobre figuras del norte; otros dos volúmenes, bajo el título Nuestra América, contienen los trabajos de Martí consagrados a estudiar aspectos de la vida, la cultura y la historia de la América hispana. En ellos expresó su mensaje americanista y resumió su precursora teoría de la debilidad de las naciones hispánicas, en las que existía un enorme abismo entre las clases dirigentes e intelectuales y el pueblo.

 

A UN JOVEN MUERTO
  
Vedle! En la seca garganta
Apagada está la nota:
El brazo ya no levanta
La copa de oro, que rota
Por la mística muerte,
En la pálida mano mal huida
Sus myosotis y sus violetas vierte
Mustias al pie del luchador sin vida.
 
 
 
Niños, que vais con el arma
Cargada y luciente al hombro,
Al soldado que desarma
Muerte importuna, al escombro
De un águila aposento
Ayer, y hueco ahora,
Interrogad, y osado
Su misión preguntad y cumplimiento
A su obra rota dad: ¡así se llora!
 
 
 
A LA PALABRA
 
Alma que me transportas:
Voz desatada
Que a las almas ajenas
Llevas mi alma;
Cinta, cinta de fuego
Que pura y rauda
A los sueltos humanos
Alegras y atas; -
Pastora, y pastorcilla
Enamorada,
Que junto al blanco y húmedo
Rebaño canta;
Arabe, árabe fiero -
Que en su dorada
Hacanea parece
Volante llama; -
León, león rugiente
De la montaña
Que como alud de oro
Al valle baja,-
Y en el villano impuro
La garra clava,-
Y en el dormido alumbra
El sol del alma; -
Lira, lira imponente
En la más alta
Cúspide de la tierra
Serena, alzada,-
En dos troncos de robles
Corvos las blandas
Cuerdas mordiendo, y trenzas
De rosas blancas
De los hilos sonoros
Sueltas al aura,
Cantando con pasmosas
Hercúleas cántigas,
De los dioses del cielo
Y tierra hazañas,
Y en himnos sin medida,
Como las almas,
Esparciendo a las nubes
La esencia humana,
Que en lento giro asciende
De la batalla
 
PATRIA EN LAS FLORES
 
¿Por qué os secáis, violetas generosas,
Que me dio en hora amarga mano pía?
Pues patria al alma dais, flores medrosas,
¡No os secaréis en la memoria mía!
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
ÁRABE
 
Sin pompa falsa ¡oh árabe! saludo
Tu libertad, tu tienda y tu caballo.
Como se ven desde la mar las cumbres
De la tierra, tal miro en mi memoria
Mis instantes felices: sólo han sido
Aquellos en que, a solas, a caballo
Vi el alba, salvé el riesgo, anduve el monte,
Y al volver, como tú, fiero y dichoso
Solté las bridas, y apuré sediento
Una escudilla de fragante leche.

Los hombres, moro mío,
Valen menos que el árbol que cobija
Igual a rico y pobre, menos valen
Que el lomo imperial de tu caballo.
Sombra da el árbol, y el caballo asiento:
El hombre, como el guao,
Pudre a los que se acogen a su sombra.
Oh, ya no viene el verso cual solía
Como un collar de rosas, o a manera
De caballero de la buena espada
Toda de luz vestida la figura:
Viene ya como un buey, cansado y viejo
De halar de la pértiga en tierra seca.
 
BAILE
 
Yo miro con un triste
Placer, como en la fiesta —
Del noble Jerez pálido
La copa llena guían
Las blancas manos trémulas
Al seco labio rojo: —
Y yo muevo mi mano tristemente
Al corazón vacío,— y a la frente.

Yo veo como un sueño
De gasa blanca y oro,
En que la llama se abre
Camino en tanto alado
Traje que ha de ser luego
Ceniza, húmeda en lágrimas,
Cruzar la alegre corte de oro y gasa,
Y en llanto amargo el rostro se me abrasa.
 
¡Alma! cuando de vuelta
Dentro del cuerpo laxo,
Del frac innoble libres
O la prisión dichosa
De níveo tul,- la férvida
Fiesta recuerdes,- ¡mira
Que debes embridar el cuerpo loco,
O que te absorbe con su sed a poco!
 

 

YO SOY UN HOMBRE SINCERO
 
Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros
Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez, —en la reja,
A la entrada de la viña—
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: —cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando.

Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, —es
Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

Yo sé que al necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto,
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor
 
MI DESPENSERO
 
¿Qué me das? ¿Chipre?
Yo no lo quiero:
Ni rey de bolsa
Ni posaderos
Tienen del vino
Que yo deseo;
Ni es de cristales
De cristaleros La dulce copa
En que lo bebo.

Mas está ausente
Mi despensero,
Y de otro vino
Yo nunca bebo.
 
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