martes, 8 de octubre de 2013

POESÍA DE FEDERICO GARCÍA LORCA



 
Soneto manuscrito de Lorca 

GRANADA

Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.
Una vestida de verde,
otra de malva, y la otra,
un corselete escocés
con cintas hasta la cola.

Las que van delante, garzas
la que va detrás, paloma,
abren por las alamedas
muselinas misteriosas.
¡Ay, qué oscura está la Alhambra!
¿Adónde irán las manolas
mientras sufren en la umbría
el surtidor y la rosa?

¿Qué galanes las esperan?
¿Bajo qué mirto reposan?
¿Qué manos roban perfumes
a sus dos flores redondas?

Nadie va con ellas, nadie;
dos garzas y una paloma.
Pero en el mundo hay galanes
que se tapan con las hojas.
La catedral ha dejado
bronces que la brisa toma;
El Genil duerme a sus bueyes
y el Dauro a sus mariposas.

La noche viene cargada
con sus colinas de sombra;
una enseña los zapatos
entre volantes de blonda;
la mayor abre sus ojos
y la menor los entorna.

¿Quién serán aquellas tres
de alto pecho y larga cola?
¿Por qué agitan los pañuelos?
¿Adónde irán a estas horas?
Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas. 

ALMA AUSENTE

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el rasgo negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.

Porque, te has muerto para siempre
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.

ALBA

Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semillero de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula del alma.
La gran tumba de la noche
su negro velo levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.

¡Qué haré yo sobre estos campos
cogiendo nidos y ramas,
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas!

¿Por qué te perdí por siempre
en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada. 

LLUVIA

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje! 

 

CANCION OTOÑAL

Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas,
pero mi senda se pierde
en el alma de la niebla.
La luz me troncha las alas
y el dolor de mi tristeza
va mojando los recuerdos
en la fuente de la idea.

Todas las rosas son blancas,
tan blancas como mi pena,
y no son las rosas blancas,
que ha nevado sobre ellas.
Antes tuvieron el iris.
También sobre el alma nieva.
La nieve del alma tiene
copos de besos y escenas
que se hundieron en la sombra
o en la luz del que las piensa.

La nieve cae de las rosas,
pero la del alma queda,
y la garra de los años
hace un sudario con ellas.

¿Se deshelará la nieve
cuando la muerte nos lleva?
¿O después habrá otra nieve
y otras rosas más perfectas?
¿Será la paz con nosotros
como Cristo nos enseña?
¿O nunca será posible
la solución del problema?

¿Y si el amor nos engaña?
¿Quién la vida nos alienta
si el crepúsculo nos hunde
en la verdadera ciencia
del Bien que quizá no exista,
y del Mal que late cerca?

¿Si la esperanza se apaga
y la Babel se comienza,
qué antorcha iluminará
los caminos en la Tierra?

¿Si el azul es un ensueño,
qué será de la inocencia?
¿Qué será del corazón
si el Amor no tiene flechas?

¿Y si la muerte es la muerte,
qué será de los poetas
y de las cosas dormidas
que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!
¡Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras!
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas
y todas las rosas son
tan blancas como mi pena.

ELEGIA A DOÑA JUANA LA LOCA
A Melchor Fernández Almagro

Princesa enamorada sin ser correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

Eras una paloma con alma gigantesca
cuyo nido fue sangre del suelo castellano,
derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve
y al querer alentarlo tus alas se troncharon.

Soñabas que tu amor fuera como el infante
que te sigue sumiso recogiendo tu manto.
Y en vez de flores, versos y collares de perlas,
te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo.

Tenías en el pecho la formidable aurora
de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto,
como alondra que mira quebrarse el horizonte,
se torna de repente monótono y amargo.

Y tu grito estremece los cimientos de Burgos.
Y oprime la salmodia del coro cartujano.
Y choca con los ecos de las lentas campanas
perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado.

Tenías la pasión que da el cielo de España.
La pasión del puñal, de la ojera y el llanto.
¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo,
con la rueca de hierro y de acero lo hilado!

Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente,
ni el laúd juglaresco que solloza lejano.
Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata
y un eco de trompeta su acento enamorado.

Y, sin embargo, estabas para el amor formada,
hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo,
para llorar tristeza sobre el pecho querido
deshojando una rosa de olor entre los labios.

Para mirar la luna bordada sobre el río
y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño
y mirar los eternos jardines de la sombra,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz?
O se enredan serpientes a tus senos exhaustos...
¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?
¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado?

En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto,
tendrás el corazón partido en mil pedazos.
Y Granada te guarda como santa reliquia,
¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

Eloisa y Julieta fueron dos margaritas,
pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado
que vino de la tierra dorada de Castilla
a dormir entre nieve y ciprerales castos.

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
los cipreses, tus cirios; la sierra, tu retablo.
Un retablo de nieve que mitigue tus ansias,
¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro!

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,
la de las torres viejas y del jardín callado,
la de la yedra muerta sobre los muros rojos,
la de la niebla azul y el arrayán romántico.

Princesa enamorada y mal correspondida.
Clavel rojo en un valle profundo y desolado.
La tumba que te guarda rezuma tu tristeza
a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

SI MIS MANOS PUDIERAN DESHOJAR

Yo pronuncio tu nombre
en las noches oscuras,
cuando vienen los astros
a beber en la luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
de pasión y de música.
Loco reloj que canta
muertas horas antiguas.

Yo pronuncio tu nombre,
en esta noche oscura,
y tu nombre me suena
más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la mansa lluvia.

¿Te querré como entonces
alguna vez? ¿Qué culpa
tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma,
¿qué otra pasión me espera?
¿Será tranquila y pura?
¡¡Si mis dedos pudieran
deshojar a la luna!! 

EL CANTO DE LA MIEL

La miel es la palabra de Cristo,
el oro derretido de su amor.
El más allá del néctar,
la momia de la luz del paraíso.

La colmena es una estrella casta,
pozo de ámbar que alimenta el ritmo
de las abejas. Seno de los campos
tembloroso de aromas y zumbidos.

La miel es la epopeya del amor,
la materialidad de lo infinito.
Alma y sangre doliente de las flores
condensada a través de otro espíritu.

(Así la miel del hombre es la poesía
que mana de su pecho dolorido,
de un panal con la cera del recuerdo
formado por la abeja de lo íntimo)

La miel es la bucólica lejana
del pastor, la dulzaina y el olivo,
hermana de la leche y las bellotas,
reinas supremas del dorado siglo.

La miel es como el sol de la mañana,
tiene toda la gracia del estío
y la frescura vieja del otoño.
Es la hoja marchita y es el trigo.

¡Oh divino licor de la humildad,
sereno como un verso primitivo!

La armonía hecha carne tú eres,
el resumen genial de lo lírico.
En ti duerme la melancolía,
el secreto del beso y del grito.

Dulcísima. Dulce. Este es tu adjetivo.
Dulce como los vientres de las hembras.
Dulce como los ojos de los niños.
Dulce como las sombras de la noche.
Dulce como una voz. O como un lirio.

Para el que lleva la pena y la lira,
eres sol que ilumina el camino.
Equivales a todas las bellezas,
al color, a la luz, a los sonidos.

¡Oh! Divino licor de la esperanza,
donde a la perfección del equilibrio
llegan alma y materia en unidad
como en la hostia cuerpo y luz de Cristo.

Y el alma superior es de las flores,
¡Oh licor que esas almas has unido!
El que te gusta no sabe que traga
un resumen dorado del lirismo.

ELEGÍA

Como un incensario lleno de deseos,
pasas en la tarde luminosa y clara
con la carne oscura de nardo marchito
y el sexo potente sobre tu mirada.

Llevas en la boca tu melancolía
de pureza muerta, y en la dionisíaca
copa de tu vientre la araña que teje
el velo infecundo que cubre la entraña
nunca florecida con las vivas rosas
fruto de los besos.

En tus manos blancas
llevas la madeja de tus ilusiones,
muertas para siempre, y sobre tu alma
la pasión hambrienta de besos de fuego
y tu amor de madre que sueña lejanas
visiones de cunas en ambientes quietos,
hilando en los labios lo azul de la nana.

Como Ceres dieras tus espigas de oro
si el amor dormido tu cuerpo tocara,
y como la virgen María pudieras brotar
de tus senos otra vía láctea.

Te marchitarás como la magnolia.
Nadie besará tus muslos de brasa.
Ni a tu cabellera llegarán los dedos
que la pulsen como
las cuerdas de un arpa.

¡Oh mujer potente de ébano y de nardo!
cuyo aliento tiene blancor de biznagas.
Venus del mantón de Manila que sabe
del vino de Málaga y de la guitarra.

¡Oh cisne moreno! cuyo lago tiene
lotos de saetas, olas de naranjas
y espumas de rojos claveles que aroman
los niños marchitos que hay bajo sus alas.

Nadie te fecunda. Mártir andaluza,
tus besos debieron ser bajo una parra
plenos del silencio que tiene la noche
y del ritmo turbio del agua estancada.

Pero tus ojeras se van agrandando
y tu pelo negro va siendo de plata;
tus senos resbalan escanciando aromas
y empieza a curvarse tu espléndida espalda.

¡Oh mujer esbelta, maternal y ardiente!
Virgen dolorosa que tiene clavadas
todas las estrellas del cielo profundo
en su corazón ya sin esperanza.

Eres el espejo de una Andalucía
que sufre pasiones gigantes y calla,
pasiones mecidas por los abanicos
y por las mantillas sobre las gargantas
que tienen temblores de sangre, de nieve,
y arañazos rojos hechos por miradas.

Te vas por la niebla del otoño, virgen
como Inés, Cecilia, y la dulce Clara,
siendo una bacante que hubiera danzado
de pámpanos verdes y vid coronada.

La tristeza inmensa que flota en tus ojos
nos dice tu vida rota y fracasada,
la monotonía de tu ambiente pobre
viendo pasar gente desde tu ventana,
oyendo la lluvia sobre la amargura
que tiene la vieja calle provinciana,
mientras que a lo lejos suenan los clamores
turbios y confusos de unas campanadas.

Mas en vano escuchaste los acentos del aire.
Nunca llegó a tus oídos la dulce serenata.
Detrás de tus cristales aún miras anhelante.
¡Qué tristeza tan honda tendrás dentro del alma
al sentir en el pecho ya cansado y exhausto
la pasión de una niña recién enamorada!

Tu cuerpo irá a la tumba
intacto de emociones.
Sobre la oscura tierra
brotará una alborada.
De tus ojos saldrán dos claveles sangrientos
y de tus senos, rosas como la nieve blancas.
Pero tu gran tristeza se irá con las estrellas,
como otra estrella digna de herirlas y eclipsarlas.



INVOCACION AL LAUREL
A Pepe Cienfuegos

Por el horizonte confuso y doliente
venía la noche preñada de estrellas.
Yo, como el barbudo mago de los cuentos,
sabía el lenguaje de flores y piedras.

Aprendí secretos de melancolía,
dichos por cipreses, ortigas y yedras;
supe del ensueño por boca del nardo,
canté con los lirios canciones serenas.

En el bosque antiguo, lleno de negrura,
todos me mostraban sus almas cual eran:
el pinar, borracho de aroma y sonido;
los olivos viejos, cargados de ciencia;
los álamos muertos, nidales de hormigas;
el musgo, nevado de blancas violetas.

Todo hablaba dulce a mi corazón
temblando en los hilos de sonora seda
con que el agua envuelve las cosas paradas
como telaraña de armonía eterna.

Las rosas estaban soñando en la lira,
tejen las encinas oros de leyendas,
y entre la tristeza viril de los robles
dicen los enebros temores de aldea.

Yo comprendo toda la pasión del bosque:
ritmo de la hoja, ritmo de la estrella.
Mas decidme, ¡oh cedros!, si mi corazón
dormirá en los brazos de la luz perfecta.

Conozco la lira que presientes, rosa:
formé su cordaje con mi vida muerta.
¡Dime en qué remanso podré abandonarla
como se abandonan las pasiones viejas!

¡Conozco el misterio que cantas, ciprés;
soy hermano tuyo en noche y en pena;
tenemos la entraña cuajada de nidos,
tú de ruiseñores y yo de tristezas!

¡Conozco tu encanto sin fin, padre olivo,
al darnos la sangre que extraes de la Tierra,
como tú, yo extraigo con mi sentimiento
el óleo bendito que tiene la idea!

Todos me abrumáis con vuestras canciones;
yo sólo os pregunto por la mía incierta;
ninguno queréis sofocar las ansias
de este fuego casto que el pecho me quema.

¡Oh laurel divino, de alma inaccesible,
siempre silencioso, lleno de nobleza!
¡Vierte en mis oídos tu historia divina,
tu sabiduría profunda y sincera!

¡Árbol que produces frutos de silencio,
maestro de besos y mago de orquestas,
formado del cuerpo rosado de Dafne
con savia potente de Apolo en tus venas!

¡Oh gran sacerdote del saber antiguo!
¡Oh mudo solemne cerrado a las quejas!
Todos tus hermanos del bosque me hablan;
¡sólo tú, severo, mi canción desprecias!

Acaso, ¡oh maestro del ritmo!, medites
lo inútil del triste llorar del poeta.
Acaso tus hojas, manchadas de luna,
pierdan la ilusión de la primavera.

La dulzura tenue del anochecer,
cual negro rocío, tapizó la senda,
teniendo de inmenso dosel a la noche,
que venía grave, preñada de estrellas.

NOCTURNO DEL HUECO

Para ver que todo se ha ido,
para ver los huecos y los vestidos,
¡dame tu guante de luna,
tu otro guante perdido en la hierba,
amor mío!

Puede el aire arrancar los caracoles
muertos sobre el pulmón del elefante
y soplar los gusanos ateridos
de las yemas de luz o las manzanas.

Los rostros bogan impasibles
bajo el diminuto griterío de las yerbas
y en el rincón está el pechito de la rana
turbio de corazón y mandolina.

En la gran plaza desierta
mugía la bovina cabeza recién cortada
y eran duro cristal definitivo
las formas que buscaban el giro de la sierpe.

Para ver que todo se ha ido
dame tu mudo hueco, ¡amor mío!
Nostalgia de academia y cielo triste.
¡Para ver que todo se ha ido!

Dentro de ti, amor mío, por tu carne,
¡qué silencio de trenes bocarriba!
¡cuánto brazo de momia florecido!
¡qué cielo sin salida, amor, qué cielo!

Es la piedra en el agua y es la voz en la brisa
bordes de amor que escapan de su tronco sangrante.
Basta tocar el pulso de nuestro amor presente
para que broten flores sobre los otros niños.

Para ver que todo se ha ido.
Para ver los huecos de nubes y ríos.
Dame tus manos de laurel, amor.
¡Para ver que todo se ha ido!

Ruedan los huecos puros, por mí, por ti, en el alba
conservando las huellas de las ramas de sangre
y algún perfil de yeso tranquilo que dibuja
instantáneo dolor de luna apuntillada.

Mira formas concretas que buscan su vacío.
Perros equivocados y manzanas mordidas.
Mira el ansia, la angustia de un triste mundo fósil
que no encuentra el acento de su primer sollozo.

Cuando busco en la cama los rumores del hilo
has venido, amor mío, a cubrir mi tejado.
El hueco de una hormiga puede llenar el aire,
pero tú vas gimiendo sin norte por mis ojos.

No, por mis ojos no, que ahora me enseñas
cuatro ríos ceñidos en tu brazo,
en la dura barraca donde la luna prisionera
devora a un marinero delante de los niños.

Para ver que todo se ha ido
¡amor inexpugnable, amor huido!
No, no me des tu hueco,
¡que ya va por el aire el mío!
¡Ay de ti, ay de mí, de la brisa!
Para ver que todo se ha ido.

II

Yo.
Con el hueco blanquísimo de un caballo,
crines de ceniza. Plaza pura y doblada.

Yo.
Mi hueco traspasado con las axilas rotas.
Piel seca de uva neutra y amianto de madrugada.

Toda la luz del mundo cabe dentro de un ojo.
Canta el gallo y su canto dura más que sus alas.

Yo.
Con el hueco blanquísimo de un caballo. Rodeado
de espectadores que tienen hormigas en las palabras.

En el circo del frío sin perfil mutilado.
Por los capiteles rotos de las mejillas desangradas.

Yo.
Mi hueco sin ti, ciudad, sin tus muertos que comen.
Ecuestre por mi vida definitivamente anclada.

Yo.
No hay siglo nuevo ni luz reciente.
Sólo un caballo azul y una madrugada.


CUERPO PRESENTE

La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas,
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llénarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos:
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen dónde está la salida
para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!


BALADILLA E LOS TRES RIOS
A Salvador Quintero

El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.

¡Ay, amor,
que se fue y no vino!

El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada
uno llanto y otro sangre.

¡Ay, amor,
que se fue por el aire!

Para los barcos de vela,
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.

¡Ay, amor,
que se fue y no vino!

Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques.

¡Ay, amor,
que se fue por el aire!

¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos!

¡Ay, amor,
que se fue y no vino!

Lleva azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares.

¡Ay, amor,
que se fue por el aire!


COMENTARIO DE “CANCIÓN PRIMAVERAL”
DE FEDERICO GARCÍA LORCA.
 
La obra poética de Federico García Lorca
Carmen Serrano Begega
 
 
Canción primaveral
 
I
Salen los niños alegres
de la escuela,
poniendo en el aire tibio
del abril, canciones tiernas.
¡Qué alegría tiene el hondo
silencio de la calleja!
Un silencio hecho pedazos
por risas de plata nueva.
 
II
Voy camino de la tarde
entre flores de la huerta,
dejando sobre el camino
el agua de mi tristeza.
En el monte solitario
un cementerio de aldea
parece un campo sembrado
con granos de calaveras.
Y han florecido cipreses
como gigantes cabezas
que con órbitas vacías
y verdosas cabelleras
pensativos y dolientes
el horizonte contemplan.
 
¡Abril divino, que vienes
cargado de sol y esencias
llena con nidos de oro
las floridas calaveras!
 
Canción primaveral es un poema de juventud de Lorca, recogido en Libro de Poemas, publicado en Madrid en 1921. Esta canción tradicional no sigue una estructura cerrada, son en su mayoría versos octosílabos libres, de los que riman los pares en asonante. El poema consta de dos pares bien diferenciadas:
En la primera, el tema principal es la infancia, representada por la escena de los niños saliendo del colegio, alegres, gritando, rompiendo con el silencio de las calles. La infancia será un tema que Lorca utilizará con frecuencia en sus poemas. El poeta admira la capacidad de los niños de asombrarse con las cosas, de disfrutar y recuerda su infancia con alegría. En cambio, la segunda parte, torna más triste, más oscura. El tema principal es la muerte, simbolizada a través de elementos como el cementerio, las calaveras, los cipreses…
 
El poema puede interpretarse incluso como símbolo de la muerte de esa época tan alegre: la infancia. Sin embargo, es importante destacar que los últimos cuatro versos que representan la llegada de la primavera, con términos como abril, sol, esencias, nidos, floridas, consiguen el efecto contrario a la sensación que percibimos con los símbolos mortuorios. Estos son símbolos de florecimiento. Podríamos, por tanto, interpretar esto como la pérdida de la inocencia y el principio de la vida adulta, aunque es sólo una de las diversas interpretaciones que se le pueden dar a estos versos.
Podemos observar en este poema de juventud, muchos de los elementos característicos de la poesía lorquiana, y propios de los escritores del 27. No sólo por la temática, sino también por la enmarcación del poema en un pueblo, cerca del campo, rodeado de naturaleza (aire, flores de la huerta, campo sembrado). Asimismo, el simbolismo y las metáforas, juegan ya un papel importante en sus creaciones. A continuación vamos a comentar algunos aspectos:
En los dos últimos versos de la primera parte, Un silencio hecho pedazos/por risas de plata nuevas, el poeta juega con la expresión “romper el silencio” que es una metáfora lingüística, modelándola y creando una nueva imagen: un silencio hecho pedazos. Con esta modulación consigue convertir el silencio en algo físico, hacerlo tangible. Es una interpretación filosófica de la metáfora: conocemos la realidad a través de los sentidos, por ejemplo, percibimos el silencio a través del oído, que Lorca transporta a la realidad por medio de esta materialización. En la metáfora adjetiva, risas de plata nueva, juega de nuevo con los sentidos (oído y tacto). Gracias a estos juegos, el autor consigue darle gran musicalidad.
Otro ejemplo es: ¡Qué alegría tiene el hondo/silencio de la calleja! Vuelve a calificar aquí el silencio con un atributo físico, dándole así profundidad, un vacío que se llena con las risas de los niños. En estos versos observamos también la introducción de los metales, tan recurrentes en su obra, que aparecen de nuevo en Llena con nidos de oro/Las floridas calaveras. El metal, en la simbología lorquiana suele representar a la muerte, aunque como veremos más adelante puede simbolizar otras ideas como el pueblo gitano.
Además de estos ejemplos de metáforas, en Canción primaveral encontramos otras como el agua de mi tristeza o con granos de calaveras, que hacen referencia también a la muerte, a una muerte que florece, ya que el agua con Lorca simboliza la fertilidad, entonces la unión del agua con los granos puede dar como resultado el florecimiento de los cipreses. Esto podría ser una alegoría de la muerte presente desde que nacemos y que vamos alimentando con el paso de los años. Es necesario mencionar que, en este poema, la muerte no se presenta como la violenta y desgarradora a la que nos acostumbra Lorca en su obra, sino que nos recuerda más bien a la muerte descrita en los versos manriqueños. “Los poemas juveniles de Federico García Lorca están escritos por las voces y las sombras de Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno y Antonio Machado”.
Como podemos ver, todas las metáforas creadas por el poeta granadino son metáforas puras, sólo presentan el término figurado. El uso de la metáfora pura exige mayor concentración por parte del lector, un mayor ejercicio de interpretación. El poeta no utiliza el lenguaje metafórico como estrategia de ornamentación, sino que es una forma de expresión, una forma de mostrarnos su manera de ver el mundo. El mismo Lorca describió la metáfora creativa como “hija directa de la imaginación, nacida a veces a golpe rápido de la intuición alumbrada por la lenta angustia del pensamiento”. Para terminar el comentario de esta obra parece interesante analizar el fragmento entre los versos 17 y 22. Son unos versos muy bellos y descriptivos, y que conforman en sí mismos una alegoría en que los cipreses, símbolos de la muerte, “cobran vida”: piensan, siente dolor, contemplan… Es un ejemplo de prosopopeya o personificación, figura literaria a la que Lorca recurre con frecuencia para crear imágenes. Este recurso literario consiste en atribuir a elementos inanimados acciones o cualidad de elementos animados. “La personificación se estudia generalmente relacionada con la metáfora, ya que contrapone dos planos o perspectivas. Tal como la emplea Lorca, sin embargo, parece ligarse con la metonimia”. Es interesante, por tanto, hacer un pequeño inciso sobre este punto.
 
Metáfora, metonimia y sinécdoque
  • La sinécdoque sustituye un término por otro, mediante una relación del todo con una de sus partes y viceversa. Ejemplo: Los dos ríos de Granada bajan de la nieve al trigo. Nieve y trigo representan las montañas y los campos respectivamente gracias a este recurso.
  • La metonimia también sustituye un término por otro pero estableciendo una relación extralingüística: de causalidad, de procedencia, etc. Ejemplo. saben que van al cieno de números y leyes, siendo números una metonimia de contabilidad, negocio financiero.
 
  • La metáfora, en cambio, “no es una sustitución, sino una relación semánticamente interactiva entre dos términos y sugiere al lector un nuevo sentido, que él debe hacer coherente y compatible con su interpretación del texto”.
Entonces podríamos afirmar que la metáfora establece cierta comparación entre dos elementos. Por eso, también parece necesario explicar la diferencia de ésta con el símil o comparación. La diferencia principal es que en la comparación no hay cabida para la interpretación. Se corresponde con el término comparado, que siempre está presente. El símil “es unívoco, limita la relación entre los dos términos a aquella que directamente establece el texto”. A veces, se asocia la comparación al adverbio como, pero, hay que ser minuciosos en la interpretación porque puede llevarnos a confundirlos con las metáforas comparativas.
Aclarados estos conceptos, hay que saber que muchos estudiosos han reflexionado sobre las relaciones de la metáfora con estos otros recursos y que, en ocasiones, las relacionan y conectan. En el caso de Debricki, la metáfora lorquiana se encuentra en relación directa con la metonimia, ya que el autor establece a menudo relaciones extralingüísticas entre los términos, propias de la metonimia. Afirma, usando el Romancero gitano como ejemplo, que el autor crea una sucesión o cadena metonímica que culmina a menudo en la creación de la metáfora. Lo que es indudable es que los poemas de Lorca deben ser interpretados en conjunto, ya que el autor, a través de un brillante lenguaje alegórico y simbólico, establece relaciones e interrelaciones que le dan un sentido completo. Aún así, en estos poemas de juventud todavía encontramos una metáfora menos arriesgada, más cercana a otros autores, al romanticismo. La idea de metáfora ultraísta, vanguardista, la irá madurando el poeta en los años posteriores. No hay que olvidar que García Lorca conseguirá conjugar tradición y vanguardia como ningún otro poeta de su generación. García Montero escribe: “Creo incluso que su éxito fulminante se debe a que García Lorca salva algunas deudas de la tradición española y se convierte en ese poeta romántico que no tuvo en plenitud el romanticismo español, consiguiendo desplazar el patetismo cascabelero con una rotunda conciencia trágica de la modernidad”.


TRES GENERACIONES.

 
 
Generación del 98. Es el nombre con el que se ha reunido tradicionalmente a un grupo de escritores ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social acarreada en España por la derrota militar en la guerra hispano-estadounidense y la consiguiente pérdida  de Puerto Rico, Guam, Cuba y las Filipinas en 1898. Todos los autores y grandes poetas englobados en esta generación nacen entre 1864 y 1876. Formado inicialmente por el llamado Grupo de los Tres (Baroja, Azorín y Maeztu), entre los integrantes más significativos de este grupo podemos citar a: Ángel Ganivet, Miguel de Unamuno, Enrique de Mesa, Ramiro de Maeztu, Azorín, Antonio Machado, los hermanos Pío y Ricardo Baroja, Ramón María del Valle-Inclán y el filólogo Ramón Menéndez Pidal. Algunos incluyen también a Vicente Blasco Ibáñez, que por su estética puede considerarse más bien un escritor del Naturalismo, y también al dramaturgo Jacinto Benavente.



Generación de 1914 o Novecentismo. Designa a un grupo de autores españoles que se sitúan cronológicamente entre la Generación del 98 (y el Modernismo) y la Generación del 27. Es decir, entre finales del siglo XIX y principios del XX. Los términos de “Novecentismo o Generación del 14” fueron utilizados por primera vez por Eugenio D’Ors para referirse a este grupo de intelectuales y nuevos escritores frente a los de la Generación del 98. Pertenecen a ella, entre otros: León Felipe, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, José Ortega y Gasset.

Generación del 27. Conjunto de poetas que empezaron a publicar sus obras en la década de los años veinte. Entre los hechos y circunstancias que han servido para unirles merecen destacarse: a) Nacimiento en fechas próximas (entre 1892 y 1906); b) Amistad y relaciones personales entre ellos: convivencia en la Residencia de Estudiantes en Madrid; colaboración en las mismas Revistas (Revista de Occidente, La Gaceta Literaria, Litoral, etc.); c) Influencia en todos ellos de Juan Ramón Jiménez y las vanguardias; d) Reivindicación de la poesía de Góngora, por lo que representaba de puro lenguaje poético y perfección formal. Para celebrar el tercer centenario su muerte, que se cumplía justamente en 1927, organizaron una serie de actos, principalmente un homenaje en el Ateneo de Sevilla en el que todos los poetas del grupo leyeron por vez primera en público sus versos; d) La inclusión de todos ellos, junto con algunos poetas anteriores (Machado, Unamuno, etc.) en la Antología preparada por Gerardo Diego en 1932, la que incluía, además de los poemas, una introducción en la que cada poeta exponía su opinión sobre la poesía, lo que sirvió de manifiesto de las nuevas tendencias representadas por el grupo. Forman el grupo del 27, los poetas: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre.

Gran parte de los miembros de la Generación del 27, verdadera Edad de Plata de la cultura española, reunida en torno al homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla, fueron andaluces, como Federico García Lorca, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Manuel Altoaguirre, Emilio Prados y Vicente Aleixandre, quien recibiera el Premio Nobel en 1977.

 


 

RAFAEL CANSINOS ASSENS



 
 
 
Poeta, novelista, traductor y crítico español nacido en Sevilla, en 1882. Desde 1898 se trasladó a Madrid donde inició su carrera literaria, marcada desde la juventud por su adscripción al judaísmo. Cautivado por el modernismo, colaboró en varias revistas y frecuentó las tertulias literarias animando los movimientos ultraístas y vanguardistas. A su primera obra, "El candelabro de los siete brazos" en 1914, le siguieron importantes traducciones de autores como Turgeniev, Tolstoi y Gorki. Publicó también importantes ensayos críticos como "Poetas y prosistas del novecientos" en 1919, "Los temas literarios y su interpretación" en 1924 y "La nueva literatura"  de 1917 a 1927. Después de la Guerra Civil española, presionado por el régimen franquista, inició un largo aislamiento, dedicándose por completo a trabajar con la Editorial Aguilar en el campo de la traducción. Es autor de las primeras versiones completas en español de "Las mil y una noches"  y el "Corán". Falleció en Madrid en el año de 1964.     

 

CREPÚSCULO
 
En el último tren de la tarde
como un jugador infeliz
huyó el sol emigrante.
Caras de despedida
en todas las ventanas.
Los suicidios frustrados
desandan los viaductos.
El río está lleno de espadas.
Reverberos apresurados
pasan silbando por las calles.
Y el gran brasero de los pobres
se vuelca en el paisaje.
 
LA TARDE
 
El sol, al alejarse, lanzó un cohete señal
que ha prendido en los techos de las casas...
Mil heliógrafos lo recogen
y multiplican sus llamas.
La escuadra está ardiendo en el puerto.
¡Alarma!
En la ciudad todos los coches
son del servicio de incendios.
La gente ser apiña asustada.
Todas las colinas están llenas de estrellas curiosas
¡Anuncios luminosos!
En las cúpulas de los templos han estallado granadas.
¡Pirotecnia peligrosa!
Todas las casas a la vez
empiezan a arder por las ventanas.
CANTOS A MI CORAZÓN
 A Catalina de Burgos
 
Alef   
     Veo a los amigos que un día hicieron conmigo el prodigioso viaje de la juventud
y los hallo cambiados y desconocidos; la sombra de un cuidado se extiende sobre sus
frentes y, con la vista baja, parecen avergonzados de haber sido jóvenes un día.
     En aquel tiempo, ya lejano, parecían tener alas y exhalaban un hálito de fuego por
sus ávidas bocas; sus frentes resplandecían como altas tiaras.
     Pero hoy son semejantes a viudas que se envuelven entre velos; y con sus frías miradas parecen advertir que han muerto
ya para el amor.
  
Bet  
     Ciertamente, alma mía, que otro que yo, no podría comprenderte: porque eres enorme
como una gran ciudad.
     Y eres como una nave para los marinos, y como un arado para los trabajadores de la
tierra; y como un velo para las mujeres. También como un vaso para el bebedor.
     Semejante al mercader astuto, que a cada uno muestra lo que ha de agradarle, así sabes
hacer: y así te exhibes, abrumada de dones.
     Pero luego, cuando la turba se dispersa, sabes ser, ¡oh alma!, mi alma, verdaderamente mía.                              
 
 
 
 
 
OFRENDA
De "El candelabro de los siete brazos" A Antonio Biosca, artista  e inventor cual Leonardo da Vinci                                                                           
 
Alef
     Cuando pienso lo que he querido ser y lo que soy, el llanto hincha las venas
de mi garganta, y mil sueños malogrados gritan como víctimas dentro de mí.
     ¡Oh, el corazón de un hombre que ha pasado de la juventud es semejante al de
un asesino!
     Con la conciencia turbada, recuerdo los años que pasaron; los sueños malogrados
claman dentro de mí como víctimas amordazadas, y la juventud pura y
resplandeciente, se alza ante mis ojos como una virgen abandonada, silenciosa y
patética.
     ¡Oh, el corazón del hombre que ha pasado de la juventud, es semejante al de un
malhechor!
 
Bet
     Cuando te veo, ¡oh corazón!, en medio de la gente, entre mujeres desfloradas y
amigos maduros, siento una lacrimosa ternura.
     ¡Oh corazón! Tú eres también entre ellos como una mujer desflorada y tú también
has perdido la blancura de tus mejillas y la pureza de tu juventud.
     Tú también tienes hoy una cara borrosa y un cuerpo fatigado; y entre los hombres
maduros reposas, ávido de paz.

Dalet
     A través de la vida, ¡oh hombres!, he abordado la región desolada en que el tiempo
es como una vasta estepa; en que el tiempo es como una gran laguna desecada.
     La región desolada, en que los recuerdos doblan su cuello con la gracia de las colinas
y la vida es como una gran llanura, lisa e infinita.
     He abordado, ¡oh hombres!, la región desolada, en que los hombres ya formados, terriblemente completos,
deben reposar extáticos ya, como pirámides.
 
 
Guimel
     Con los pies torpes aún del sueño, con el alma aún velada por las tinieblas que en el sueño
se acumulan, he intentado alargar mi paseo por las calles con aire juvenil. Y he marchado
tras las muchachas jóvenes, para alegrar mi corazón.
     Pero tras de sus pasos ligeros me he sentido tan cansado y me he sentido tan extraño a ellas, con mi corazón amargo
de experiencia, que bien pronto las he dejado perderse entre la multitud y he seguido yo solo mi camino.
     Y he vagado, sin rumbo y sin objeto, ante los reverberos, viendo pasar ante mí la vida,
la vida lejana y esquiva, la vida que se aleja para siempre del hombre que ya perdió su juventud
y duerme en pleno día.
 
He
     También a ti la vida te ha cogido entre sus fuertes brazos, y entre sus fuertes brazos
te ha estrujado.
     También a ti la vida te ha seducido con sus grandes senos, y sobre sus grandes senos
te ha doblado tu cuello y ha hecho desflorarse tus labios.
     También a ti la vida, ¡oh corazón!, como a cualquier otro, te ha puesto sobre su falda
y te ha reblandecido con sus besos y te ha dislocado en el torno de sus caderas.
  
Tet
     ¡Mis labios se han cansado de contar y todavía sigue girando el huso! Aún no se
han acabado los días y ya se ha acabado mi deseo y antes que el sol, se ha puesto la
alegría en mi corazón.
     Semejante al corcel que se fatiga antes de dar una vuelta completa en el estadio;
semejante al que se embriaga aun antes de vaciar su copa; como el uno y el otro,
así es mi corazón.
     Yo amaba el sol y el alba, y entre todas las cosas, amaba mis dos ojos: yo amaba
la vida más que todo. ¡Oh, cómo ha sido esto! ¡Yo amo la noche y el sueño, y más que
todo, amo a la Muerte!
 
LOS PSALMOS DE LA NOCHE
A Juan Ramón Jiménez,que ha llenado la noche como una luna
  
Bet
     Para esta hora, dulce y pura, en que la ciudad es semejante a un buque que ha
descargado toda su mercancía y reposa; para esta hora, leve y clara como un
turbante nuevo.
     En que las calles no tienen escollos para el caminante y están exhaustos los senos
de los vicios: en que el vicio nocturno y el deseo que ha estado gimiendo todo el día,
rinden su cabeza como un niño cansado de llorar.
     Para esta última hora, dulce como una tregua, en que los leones del deseo se
arrodillan, dóciles como bueyes, ante el próximo día; en que, no hay vino para los
borrachos ni carne para los lascivos y una pureza de Ramadán se introduce en el
corazón de los viciosos.
  
Dalet
     Y, como los perfumes vertidos en la noche; como el amor encendido en la noche;
semejante a la antorcha que se ha de apagar en el alba, pasaremos fugaces e ignorados,
mientras tú brillas en medio de los cielos serena e impasible, cual una concubina con
tu regazo abierto como una red dorada.
  
Guimel 
     Como un sueño es la noche y como una embriaguez; también como una locura.
     Como el pino destila la resina, así el corazón de la noche destila la locura, porque
la noche es la buena hermana de todos los brebajes que trastornan y exaltan y en
sus opacas galerías se escancian los licores preciosos que dan a los hombres efímeros
reinados.
     Ella marca la hora en que las drogas venenosas, frías y pesadas como ofidios, salen
del  fondo de sus estuches y en que otras drogas, no menos venenosas, la lascivia y el
crimen, se remueven en el corazón de los hombres.
   
 
 
  Y ella misma, la noche, tiene una droga formidable: la luna; la luna, amarillenta como
el cáñamo del hachís; la luna, seductora y hechicera, que dora las fuentes y hace cantar
a los sapos como ruiseñores y hermosea a todas las mujeres.
 
Lamed 
     Del amor que en la noche se muestra libre y sin caretas y sonríe ingenuamente como
un perdonado; del amor que en la noche no necesita esconderse como durante el día.
     Del amor que en la noche halla las vías francas y está perdonado y redimido de todas
las angustias del día.
     Del amor que en la noche es infantil e ingenuo como en la antigüedad y cambia abrazos
tan puros como los de los niños fajados.
     Del amor que en la noche es humilde y contentadizo y tiene los ojos optimistas y las
manos ligeras, prontas a enlazarse.
     Del amor, que en la noche implora con dulces inflexiones y se dobla fácilmente sobre
sus rodillas.
     Del amor, que en la noche es pródigo y generoso y florece como la albahaca, leve y
fresca, en el corazón de los hombres fatigados.
  
Vav 
     La noche tiene espejos profundos y opacos, en los cuales se refleja la verdad como
en un pozo.
     Espejos diáfanos, claros y opacos, a la manera de los valles, en los cuales el más pequeño detalle resalta ante los ojos
y que tienen la inexorable serenidad de la conciencia.
     Espejos claros y tranquilos, semejantes a las lunas que descubren los guijarros del sendero;
y ante los cuales el hombre libertino puede contar todas sus arrugas y la mujer impura todas
sus manchas.
     Espejos lúcidos y diáfanos, en cuyo fondo cárdeno se reflejan frentes pálidas, mejillas descarnadas y ojos verticales
como abismos.
     Espejos de reproches y de remordimientos, cuyos cristales se empañan de suspiros y que son como lunas veladas,
bajo el hálito frío de los infortunados.
 
 
 
LA CASA DEL PLACER
A José Iribarne que ha gustado conmigo el vino insípido y la carne áspera
  
Alef    
   Como cualquier hijo del hombre, también he entrado un día en la Casa del Placer.
   La Casa del Placer es amplia y hospitalaria: en ella hay grandes toneles para los
bebedores y lechos para los indolentes, En su interior se está a maravilla.
     Pero en la Casa del Placer hay una extraña costumbre, que no vi en parte alguna.
     El que consume el vino, debe apurar también las heces; el que come el racimo,
debe comer también el escobajo, y el que ama a una mujer hasta devorar su carne,
debe cargar después toda la vida ya con su esqueleto.
  
Bet   
     La Casa del Placer es una casa donde reina la mejor armonía y donde los
desconocidos viven más unidos que los hermanos.
     Las más duras tareas se realizan allí sin rebeldía, y se consumen con placer los más
insípidos manjares.
     Nunca resuenan voces irritadas ni restallan los látigos, y sin guardianes se mantiene
un orden más perfecto que el de las cárceles y los camposantos.
     En la Casa del Placer cada uno cumple con gusto su tarea, y los más díscolos caracteres
se convierten en modelos de mansedumbre.
     Los que en las casas de los padres rehusaron los platos sazonados, aquí roen alegremente
los huesos más duros, y los que esquivan el contacto de las castas esposas, aquí besan con
gusto los labios más hediondos; las espaldas más rígidas se curvan aquí llenas de gracia.
 
Guimel  
     Durante mucho tiempo, yo he ido al mercado de las cortesanas y he aceptado el trato
inicuo que hombres y mujeres hacen sobre su carne.
     Y he saboreado, sin repugnancia, el placer que se me ofrecía y como un hombre que
elige esclavas, así he sido entre las mujeres que se ofrecen.
     Y he amado alegremente y sin temor a las mujeres desconocidas, y anónimas, todas semejantes como sus sexos
emboscados en una misma encrucijada.
 
 
LAS HOGUERAS DEL MIRTO
 A Carlos Cerrillo Escobar, a quien más de una vez he oído suspirar tras de las mujeres fugitivas
 
Dalet  
     La mujer es un sueño, es nuestro sueño, ¡oh hombres! Y ha nacido de nuestra ternura
y de nuestra plenitud en la soledad.
     La mujer ha nacido de la profundidad masculina, como las nieblas se elevan del vasto
sueño de la mar; y somos nosotros los que la hemos creado con todos sus atributos.
     Todo en ella es obra nuestra; y hemos creado sus senos manifiestos y su sexo enigmático.
     La mujer es nuestro sueño, ¡oh hombres!, y ha nacido de nuestro sueño como las diosas y como las sirenas;
y ha tomado de nuestro sueño toda la ambigüedad.
     Todo es en ella vago e impreciso; y nada hay en su cuerpo que tenga la medida, cierta y
eficaz, de nuestro puño cerrado, lleno de fuerza y plenitud.
     La mujer es un sueño ante nuestros ojos profundos, y por eso se asemeja a tantas cosas su cuerpo desplegado;
por eso es comparable a las serpientes y a las grandes aves y a las ánforas
y a las liras; y por eso, cuando destrenza su cabellera, nos parece un prodigio.
     Por eso es variable y distinta como un sueño; como un sueño de mediodía y de medianoche,
y también como un sueño matutino que roza ligero las sienes del durmiente; como un sueño
de adolescente distinto del que ciñe la frente de los hombres maduros con la gracia de un poniente sobre un páramo.
     Por eso, ¡oh hombres!, cambia constantemente ante nuestros ojos y nuestro corazón; y por
eso su desnudez nos embriaga tan locamente como un sueño.
 
Guimel   
     En busca de la dicha ignorada, que se persigue a través de las calles como se persigue
la fortuna sobre el tablero de un ajedrez; en busca de la dicha ignorada, que hace
describir, a través de las calles, círculos más extraños que los de un beodo.
     Mi alma aguarda de nuevo el nuevo día, para consumirse de ardor y de impaciencia;
para seguir tras de los bell0s pies y echar sus redes sobre los corazones.
     Para buscar de nuevo la huella perdida y girar de nuevo en la rueda de los tahúres y
las cortesanas; para arrojar de nuevo, en la tabla de la suerte, el dado de mi corazón.
 

Leer  fragmento del Salmo 119
 

ALFABETO HEBREO
 

  1. א (alef) - cualquier vocal (A, E, I, O, U)
  2. ב (beit) - B o V (בּ = B, ב sin punto = V)
  3. ג (guimel) - G (como en "gato", NUNCA como en "gente")
  4. ד (dalet) – D
  5. ה (he) - H (se pronuncia esta letra, como en inglés)
  6. ו (vav) - V, O ó U (ו sin punto = V, וֹ = O, וּ = U)
  7. ז (zain) - Z (como en inglés)
  8. ח (jeit) – J
  9. ט (teit) – T
  10. י (yod o yud) - I o Y (como en inglés)
  11. כ (kaf) - K o J (כּ = K, כ sin punto = J) (si es la última letra de la palabra, se escribe ך)
 
  1. א (alef) - cualquier vocal (A, E, I, O, U)
  2. ב (beit) - B o V (בּ = B, ב sin punto = V)
  3. ג (guimel) - G (como en "gato", NUNCA como en "gente")
  4. ד (dalet) – D
  5. ה (he) - H (se pronuncia esta letra, como en inglés)
  6. ו (vav) - V, O ó U (ו sin punto = V, וֹ = O, וּ = U)
  7. ז (zain) - Z (como en inglés)
  8. ח (jeit) – J
  9. ט (teit) – T
  10. י (yod o yud) - I o Y (como en inglés)
  11. כ (kaf) - K o J (כּ = K, כ sin punto = J) (si es la última letra de la palabra, se escribe ך)
 

  

ALFABETO


Lista de los fonemas elementales de una lengua. Se caracteriza por el orden y la forma de los signos que lo componen. Más rigurosamente, es la lista griega de signos que comienzan por alfa, beta..., y de la que derivan la mayor parte de los alfabetos europeos. El alfabeto griego, por su parte, procede del alfabeto fenicio, o cananeo, utilizado en Palestina diez siglos antes de Jesucristo.

Origen: Al principio, el lenguaje se escribía mediante imágenes, sencillas ilustraciones mnemotécnicas, lo cual facilitaba el trabajo de la memoria (algo similar a los actuales símbolos utilizados para el ordenamiento de la circulación); a esto se le llama la etapa pictográfica. Después se eligieron ciertas imágenes esquematizadas para representar las sílabas, como sucede con los jeroglíficos egipcios, la escritura cuneiforme sumeria, y otras formas de escritura; esto recibe el nombre de etapa silábica. A continuación se tomaron algunos caracteres para representar los sonidos fundamentales del lenguaje articulado, bien los producidos por la boca o la garganta (consonantes) o los producidos por las cuerdas vocales (vocales). En principio, cada signo se corresponde con un sonido, y ésta es la etapa alfabética. El origen del alfabeto hebreo (modificado y adoptado por los griegos) sigue siendo un misterio. Durante mucho tiempo se han hecho suposiciones de que provenía de la escritura hierática de Egipto (derivado de los jeroglíficos); se ha pensado también en otros diversos orígenes; ciertos caracteres vendrían de Mesopotamia, otros de Creta, y en algunos casos se hubieran incluso tomado signos procedentes de cuevas neolíticas. Sin embargo, muchas letras hebreas parecen recordar por su forma al objeto que le ha dado su nombre; así, Alef es la cabeza de un buey («alef»), Ayin es un ojo, y Resh es una cabeza de hombre.

El hebreo tiene 22 consonantes características (los matices son numerosos), en tanto que el griego no tiene más que 17. En hebreo no se representan las vocales, en tanto que el griego tiene 7 (sumando su alfabeto, por ello, 24 letras). El orden de las letras (atestiguado ya desde muy antiguo por los poemas acrósticos: Sal. 111; 112; 119; Pr. 31:10-31; Lm. 1; 2; 3; 4; etc.), es prácticamente inmutable. Existe una forma arcaica de las letras hebreas (Piedra de Moab, Louvre, París, de alrededor del año 850 a.C.; Inscripción de Siloé, 750 a.C., etc.), y una forma elegante, llamada cuadrada, utilizada a partir del primer o segundo siglo a.C.